jueves, 22 de enero de 2009

Eso de ser papá

El instinto paternalista, traumas más, traumas menos, ha sido siempre una constante en mi carácter, tan parte de mí que sería difícil imaginarme sin él, al menos no sin mediar razones contundentes. Eso de ser papá de todas, de ser la persona que ellas siempre recordarán por ser tierno, atento, amable, preocupado; eso de querer ser luz entre luces, de ser un gurú emocional, eso siempre ha sido una constante.
Cierto, mis objetivos nunca han sido débiles ni tibios. Siempre, además de proponerme ser la mejore persona en la vida de mis amigas y enamoradas, siempre he intentado moldearlas según mis principios, inculcarles mis ideas, mis formas de actuar y pensar, mi paciencia, mis lógicas. ¿Cuánto he acertado? No tengo la más golfa idea. Nadie me odia y, si lo hicieron, fueron breves lapsus superados espero ya.
¿Por qué querría yo cambiar sus vidas, hacerlas más fuertes, más firmes y decididas, más pacientes, como yo? A diferencia de lo que hayan podido pensar a veces, por más inteligencia y astucia, jamás intenté forzar situaciones, mucho menos aprovecharme de ellas, es decir, de las situaciones... En algún momento esperé un «gracias» de ellas, y a cambio recibí mucho más. Hace años soy un indigno heredero de un respeto y de una amiración que a mí mismo me sorprende. Aunque quise agradecimiento, nunca pedí alabanzas; aunque quise reconocimiento, nunca quise ser idealizado. Lo único que quise enseñarles era que personas como yo existíamos, personas en las que podrían llegar a confiar sus más profundas tormentas, personas con quienes puede existir una amistad verdadera de esas que duran como en las películas, toda la vida.
Más importante aún, lo único que quise demostrarles es que eran valiosas, importantes y que el día que buscasen a alguien a quien querer, que fuera alguien que de verdad supiera valorarlas, quererlas, respetarlas. Para mí, eso siempre fue lo más importante: esperar con esa paciencia inagotable el día en que, como mis hijas, viera que de verdad hice bien en enseñarles cosas ridículas, en malgastar a veces esfuerzos y en esperar demasiado del mismo futuro.
Me halaga que tantas personas me tengan tanto aprecio y respeto, que me vean con admiración, por cosas que hice o dije hace años mil pero que cambiaron en algo sus vidas y siempre quise y querré que busquen a alguien mejor que yo, esa es la idea. Espero no fallen. Espero tampoco me miren. Al fin y al cabo, no quisiera para ellas alguien que no sabe quererse.

1 comentario:

Vicky Cateura dijo...

Pasé a agradecerte tus visitas y lo cierto es que me gustó esto, así que me quedo por aquí. Saludos desde España.