viernes, 21 de diciembre de 2007

Mi abuela me enseñó que...

Definitivamente se aprenden cosas impensadas y aparentemente inservibles de los padres, abuelos y personas con canas de experiencia. El monólogo llegó como un desastre natural, sigiloso, sin previo aviso, avasallador. Lo más incómodo fue que llegó en el momento en que más estaba disfrutando mi desayuno y pensando en el siguiente post que haría ¿trabajar la segunda parte del poemario de los pecados capitales? ¿escribirle una carta a mi musa? Cuando vi su figura a menos de un metro mío, extendiendo su mano para retrasar un poco la silla y sentarse con comodidad, ya era tarde para intentar una escapatoria. (Estoy en mi casa con descanso médico y) es incómoda aquella pregunta constante y su mirada fija en mi brazo hinchado como si tuviera algún tipo de mounstro ignoto adherido a él. Empezó a hablarme del amor y por un momento pensé que se estaba equivocando de sermón. Por lo general hemos tenido este tipo de monólogos cuando intenta aleccionarme o cuando me reprende por algún descuido.

Me he dado cuenta que he crecido. Ahora ya no pienso que lo sé ya todo como cuando era un mocoso; ahora tengo la falsa seguridad de saberlo todo y ser superior a cualquier problema. Ya no salgo huyendo de este tipo de conversaciones; ahora me quedo hasta el final para poder luego mofarme de sus ideas anticuadas y sentirme superior dentro de mi burbuja. Sin embargo, llamó mi atención el tono de súplica de sus palabras. Me dijo, como quien se siente débil en su lecho de muerte, que quería enseñarme algo que ninguno de sus hijos había aprendido: El perdón. ¿Yo? Me quedé estúpido.

Yo siempre había tenido la errónea idea que mi familia estaba exenta de esos problemas telenovelezcos de dinero, sacadas de vuelta, amores sufridos y puñales rapaces. Creo que recién cuando adquirí el uso de razón propiamente dicho, hace 1 año quizá, me di cuenta que la realidad era otra y que había estado alimentando a ese realismo utópico con ostracismo y con una capa de indiferencia que hacía que todos los problemas se vieran tan nimios e insignificantes.

Y es que si no es odio lo que hay en mi familia entre mi tio y mi abuelo (aunque sea unilateral), o si es que no hay decidia mezclada con falta de interés, entonces hay un gran resentimiento enraizado que no sólo ciega sus aurículas, sino que impide una unión anhelada de una familia que había nacido para ser unida y no desmembrada por la distancia, una distancia que se siente minuscula frente a los sentimientos (lamentablemente) encontrados de unos cuantos. Lo que me dijo mi abuela fue que yo era el único que había salido diferente, que sólo conocía un corazón noble dentro mío y que como madre, le dolía ver esos rencores en la familia. Me recordó que soy capaz de llegar a odiar a alguien y entendí el punto. Dejar atrás las cosas no significa siempre perdonar.

domingo, 2 de diciembre de 2007

Arsch!


Maldito Renato Cisneros.... ¿desde cuándo se convirtió en el Harry Potter de los blogs? I despise him and I have very personal reasons to.