jueves, 29 de enero de 2009

Resolutions

I guess I should have killed myself when I had the chance.

jueves, 22 de enero de 2009

Eso de ser papá

El instinto paternalista, traumas más, traumas menos, ha sido siempre una constante en mi carácter, tan parte de mí que sería difícil imaginarme sin él, al menos no sin mediar razones contundentes. Eso de ser papá de todas, de ser la persona que ellas siempre recordarán por ser tierno, atento, amable, preocupado; eso de querer ser luz entre luces, de ser un gurú emocional, eso siempre ha sido una constante.
Cierto, mis objetivos nunca han sido débiles ni tibios. Siempre, además de proponerme ser la mejore persona en la vida de mis amigas y enamoradas, siempre he intentado moldearlas según mis principios, inculcarles mis ideas, mis formas de actuar y pensar, mi paciencia, mis lógicas. ¿Cuánto he acertado? No tengo la más golfa idea. Nadie me odia y, si lo hicieron, fueron breves lapsus superados espero ya.
¿Por qué querría yo cambiar sus vidas, hacerlas más fuertes, más firmes y decididas, más pacientes, como yo? A diferencia de lo que hayan podido pensar a veces, por más inteligencia y astucia, jamás intenté forzar situaciones, mucho menos aprovecharme de ellas, es decir, de las situaciones... En algún momento esperé un «gracias» de ellas, y a cambio recibí mucho más. Hace años soy un indigno heredero de un respeto y de una amiración que a mí mismo me sorprende. Aunque quise agradecimiento, nunca pedí alabanzas; aunque quise reconocimiento, nunca quise ser idealizado. Lo único que quise enseñarles era que personas como yo existíamos, personas en las que podrían llegar a confiar sus más profundas tormentas, personas con quienes puede existir una amistad verdadera de esas que duran como en las películas, toda la vida.
Más importante aún, lo único que quise demostrarles es que eran valiosas, importantes y que el día que buscasen a alguien a quien querer, que fuera alguien que de verdad supiera valorarlas, quererlas, respetarlas. Para mí, eso siempre fue lo más importante: esperar con esa paciencia inagotable el día en que, como mis hijas, viera que de verdad hice bien en enseñarles cosas ridículas, en malgastar a veces esfuerzos y en esperar demasiado del mismo futuro.
Me halaga que tantas personas me tengan tanto aprecio y respeto, que me vean con admiración, por cosas que hice o dije hace años mil pero que cambiaron en algo sus vidas y siempre quise y querré que busquen a alguien mejor que yo, esa es la idea. Espero no fallen. Espero tampoco me miren. Al fin y al cabo, no quisiera para ellas alguien que no sabe quererse.

domingo, 11 de enero de 2009

Los amigos que nunca tuve, los amigos que quise tener

Las amistades son uno de esos pasajes casi desconocidos de nuestras propias vidas por los que raras veces pasamos para analizar. Para muchos, es algo tan natural y espontáneo como simplemente respirar, cortarte el pelo, rutinario tener nuevos amigos como ir a tomarse un café, rutinario perderlos como quien olvida la letra de una canción.
Siempre me fue particularmente dificultoso entablar amistades con chicos de mi edad, muy a pesar de haber vivido casi toda mi vida escolar en un colegio de únicamente hombres, bajo los lemas de la amistad y la lealtad y a merced de un tufo a machismo pueril. Nunca tuve amigos, debo admitir. Siempre me resistí a verme inmerso en sus juegos sexistas. En cambio, siempre tuve amigas.
Han pasado los años y, al igual que uno va dejando atrás las escamas de esa piel de niño, uno va dejando recuerdos en el camino. Incluso dejamos amistades sin percibirlo porque se van de la misma forma en que vinieron, desapercibidos. Para mí, por la dificultad que representaba entablar amistad con otra persona, esas pérdidas nunca pasaron desapercibidas. Siempre me gustó poner a prueba a mis amistades, y así fue como perdí a muchas. Y es que siempre era yo el que los llamaba, les enviaba correos o sms... entonces optaba por dejar de hacerlo en algún momento, esperando que partiera de ellos la reciprocidad de ellos, que me llamen o escriban un mensaje o sms... En muchos de los casos, sigo esperando hasta el día de hoy.
Mirando en retrospectiva, fue un método selectivo cold-blooded and merciless. Años después, dudo que vuelva a hacerlo en algún momento para filtrar a mis amistades. Sin embargo, debo darle algo de crédito al método en cuestión: Las amistades que pasaron por ese filtro se convirtieron en mis mejores amigos y lo son hasta ahora, desde hace años atrás.
Hubo amigos que nunca tuve, hubo amigos que quise tener y hubo amigos que quise perder. Sin embargo, hasta ahora, en mis 22 años de vida, nunca había perdido un amigo porque el destino se hubiera empeñado en llevarlo a un lugar, espero, mejor. Alvaro, un muy preciado amigo mío fue encontrado esta mañana en su cama, lo que nos hace esperar que su muerte sea eso, un sueño. Un sueño para él que no despertará y un sueño para nosotros que quisieramos despertar, imaginar que mañana volveremos a verlo con su sonrisa incomprendida, sus ideas geniales, su amistad rebozante.
Alvaro, que descanses en paz.
11/01/09

sábado, 10 de enero de 2009

People being late

There goes one of the reasons why I hate so much people being late. Marcel Proust once said he was never late because it gave his friends the chance to start thinking about his deffects. Completely true. First thing that comes to mind is: why did we arrange a date anyway?
I also hate it when we are supposed to meet at 6:00pm and I receive a call at 5:50pm telling me they'll be 30 minutes late or whatsoever...

Those two cases may be ranked top 2 and 3 in my Top 10 Ranking Things I Hate The Most... Nonetheless, the thing the really eats me from the inside is that someone makes me go all the way to her house to meet and don't even bother to open the door or answer the phone. I think that's pretty rude. Don't cha think?

lunes, 5 de enero de 2009

Ámbar

El ámbar es como un pedacito del pasado que nos visita de tiempos remotos, de los que no existen recuerdos, sólo vestigios. Cuántos vestigios guarda este planeta que esperan ser concadenados para contar una historia.

El pasado, este pedazo de ámbar representa el pasado. ¿De qué nos puede servir el pasado? ¿De ejemplo? ¿De enseñanza? ¿De recuerdo? Hay trozos del pasado que no caen en alguna de las categorías mencionadas o en categorías relacionadas. Otras, como el ámbar, caen después de años en la casilla de piedras preciosas. Joyas, sin uso alguno, aunque de mucho valor. Atribuyámosle un valor sentimental.

Hay ámbares y ámbares. Ámbares que capturaron el último aliento de una hormiga, ámbares que se empozaron en su suelo y se endurecieron con el rigor del tiempo, ámbares que guardan secretos aún no descubiertos.

El pasado es algo que se suma eternamente a nuestra sombra, aunque ésta no se haga más grande con el paso de los años. Son piedritas que encallan en lo profundo de nuestros párpados y que resplandecen cuando es hora de cambiar de página. Son nuestros pasos los que acomodan y disponen estas resplandecientes lágrimas amarillentas. Ellas sólo sirven de apoyo a nuestros pies. Nosotros elegimos si surcar un sendero al cielo o al averno que asfaltaran con su dureza, con su imposibilidad.

El argumento es tonto. Las piedras enseñan poco por sí solas. Es como apuntar con el dedo hacia un horizonte y quedarnos absortos mirando al dedo extendido, extenuado, intentando no ceder ante la gravedad. Lo más triste es que miraremos recién el horizonte cuando el sol se haya ocultado, cuando no haya más luz que nos deje seguir viendo el dedo. Así son las joyas. Es en vano pretender arrojarlas lejos de uno, como guijarros, como palomas mensajeras sin retorno. Cada una de las personas especiales en mi vida ha dejado su propio ámbar en mi vida, la cristalización de un momento imperdible de esta vida, uno que aunque quiera escapar corriendo al olvido, no podrá. Sin embargo, a pesar de lo que pienso, no todas las piedras pueden o deben ser admiradas, expuestas orgullosamente en un collar, llevadas sobre la piel como trofeos de guerra. Ellas guardan los mejores momentos y guardan quizá las más duras enseñanzas.

La dificultad se encuentra en saber qué piedras deberán permanecer escondidas en las profundidades del olvido y cuáles deberían nunca ser olvidadas. Aquello tan bello se convirtió en pasado y no habrá aliento que la devuelva a la vida. Dentro de poco dejará de brillar, cuando pase la siguiente página. El problema es: ¿debería?

Respuestas

Hoy salí a buscar respuestas; las encontré y no me sirven de nada. ¿Qué hacer?

Año nuevo, problemas recurrentes

Creo poco, casi nada, en karmas y vidas anteriores. Tampoco creo en años nuevos y comienzos llenos de brío, pues, para mí, lo único cierto es que la vida es una concadenación de días y hechos más o menos fortuitos. A los 22 años me resulta muchas veces dificil creer que carezco tan pronto de aquella pueril esperanza por un año nuevo o un cumpleaños o unas fiestas patrias como simple excusa para divertirme; no esperar ningún día en particular, simplemente ser más fuerte que lo que venga.
Hoy me puse a pensar qué era la madurez. ¿es acaso la adquisición de experiencias o más bien la pérdida de una naturalidad inherente? Me puse a pensar en cada una de las personas en las que me fijé en algún momento, a quienes le dediqué algún poema o post con justa razón o con quienes me equivoqué en cuanto a mis expectativas; me puse a pensar en cada una de ellas y de los retazos de vida, de naturalidad, de inocencia que se llevaron consigo. Lo cierto es que han habido muchas personas en mi vida y que con cada una las cosas han sido muy diferentes y únicas, como huellas digitales. Nunca tuve la cobardía suficiente para repetir algún detalle especial o alguna muestra de cariño dos veces con otra persona. A alguien especial le dedicaba mis escritos y nunca pude suplir su ausencia, al punto de tener que dejar de escribir. Claro está que con el pasar de cada una de ellas por mi vida ha ido dejando cada vez más un hueso con menos carne que roer.
Este año nuevo no fue particularmente auspicioso, no precisamente por quedarme en casa sin motivos en particular para celebrar, sino por la forma detestable esa que tiene el corazón de emular en mi alma todos los estragos de un apocalipsis con un solo zarpaso. Sólo queda resaltar su notable habilidad, aunque puede ser también blandura mía. Empiezo el año perdiendo una nueva parte mía y aunque nos llevamos diciendo desde el inicio que las cosas probablemente no funcionarían, que cualesquiera futuros serían muy dificiles para los dos, uno nunca llega a estar preparado para perder a alguien a quien uno quiere; porque después de casi un año, una renuncia hidalguezca, un paso atrás en pos de la libertad y bienestar de la otra persona no son más que expresiones de mi incapacidad por ser egoísta y mantener en mi vida a la persona por la que jugué todas mis cartas. Cualquier excusa será un buen o mal cuento para no dormir.
Lo curioso es que, a pesar que siento que cada una de esas personitas se han llevado por partes lo mejor de mi y a pesar que he aprendido bien las lecciones anteriores y los errores que terminaron separándome de esas personitas, no he tenido mayores dificultades en terminar innovando nuevos errores con ingenio digno del más prestigioso y oprobiante premio.
Quizá la ciencia popular, muchas veces acéfala, sea mucho más sabia que mis razonamientos y mis críticos análisis. Quién sabe, quizá, esperar con aquellas ganas un año nuevo y disfrutar tan emotivamente dejando todo atrás sea la forma más simple de autosuperación, como una mariposa que constantemente muda de piel y deja detrás una coraza vacía de errores no aprendidos; quizá esa haya sido desde épocas prehistóricas la forma más fácil de perdonarse los errores propios, de evolucionar.
Algún día, cuando sea niño, espero aprender a no crecer.