lunes, 15 de octubre de 2007

Las mujeres de mi vida

Todo el que me conozca bien sabrá que difícilmente me encuentro en compañía de algún congénere, y no por dármelas de Don Juan Tenorio ni nada menos parecido, sino que toda mi vida he vivido rodeado de mujeres y la mayoria de mis amistades (el 90%) son mujeres... Puede ser ventajoso, como también puede ser contraproducente. ¡En fin! El punto era otro. Hay definitivamente mujeres que han marcado mi vida, unas con emociones demasiado fuertes, otras con la dulzura de quien fragua una espada. Para bien o para mal, esas personas me han hecho quien hoy he llegado a desmerecidamente ser. Este es un gracias tardío para aquellas personas de las que he aprendido una o más cosas.


Primero, Roxana. Una excelente amiga que siempre supo estar en las malas y en las malas. Siempre me llamaron la atención su determinación, su persistencia, su calidez. Ella es una de las pocas personas en la que he encontrado esa virtud de perdonar y autoinmolarse incluso, si es necesario. La razón por que la nombro es porque siempre la consideré una demasiado buena amiga a la que me dediqué a perder y dejar atrás. Es cierto que mil y un circunstancias adversas siempre me jugaban malísimas pasadas cuando intentaba hacer las cosas bien con ella y retribuirle algo de esa calidez y dedicación. Ella fue mi primera hermana adoptiva y la primera persona que realmente consideré mi mejor amiga. Incluso ahora me encuentro escapando de nuevo de ella por no poder ser alguien más que el mismo de siempre. Y a pesar que la he tratado bastante mal, aprendí cómo no debo tratar a las personas y siempre que pienso en hacer las cosas bien con alguien, ella es como un calorcito por dentro que me escoce, pero que siempre conservo con cariño.


Otra personita especial: Mayra. Una chica hermosísima y que me sacó de la oscuridad de ser alguien callado y retraído. Cuando la conocí, recuerdo que quedé impresionado con su belleza. Contra todo pronóstico, vencí mi timidez y le pedí permiso para sentarme a su costado en una de las clases de inglés en la que estábamos juntos. Fue la primera chica a la que quise como más que una simple mejor amiga. Aunque los lazos se hayan soltado un poco en estos último años, siempre la recuerdo como la prueba tangible de que alguien puede cambiar por amor a otra persona, que cambiar es bueno y arriesgarse también. Gracias a ella aprendí a hablar un poco, a sonreír, a ser atento con los demás. Todavía me acuerdo de ella y la extraño de cuando en cuando. Es la primera persona en la que aprendi a confiar y en quien me apoyé como bastón.


Cecilia.... mi muy buena buenísima excelente amiga Ceci. La conozco desde el primer ciclo de la univ y nuestra amistad ya está por graduarse con honores. Últimamente ya no paramos tanto así como de arriba para abajo, sin embargo aprendí algo muy importante de ella. Aprendí que la verdadera amistad no es estar pegado como chicle a alguien 24/7, todo el dia todos los días. Hubieron momentos en los que nos separamos incluso por meses y, sin embargo, ambos estuvimos en momentos dificiles para siempre apoyarnos. Ella me conoce demasiado bien y sabe mis más celosos secretos. Yo la conozco tan bien como ella a mí. Gracias a ella por primera vez me vi plenamente identificado con alguien, sentí que había alguien que podía tener las mismas ideas, pernsamientos, dudas, temores y errores que yo.


Lorena es alguien también muy especial para mi. La conocí en un momento algo ingrávido. Nuestra relación fue quizá un tanto corta. Hubieron muchas cosas que se dieron mal entre los dos, nunca coincidiamos horarios, nunca coincidiamos humores. Supimos distanciarnos varias veces y, sin embargo, siempre supo estar cerca de una u otra manera. Aunque no muchos sepan de ella, incluso yo (Sé que no la conozco del todo bien. De mis amigas, ella es probablemente a quien menos conozco) siempre tuve un muy buen concepto de ella, muy a pesar que ella se esforzaba por demostrarme lo contrario. Es más, creo que gracias a eso pude ver un par de aspectos que quizá nadie vio igual que yo. Aprendí de ella que no se puede juzgar a las personas sin más ni más. A pesar que ella se juzgaba a sí misma, me enseñó un lado muy bonito, muy personal. Siempre se ha preocupado por mi de una manera muy particular, como quien protege a un niño de lo malo. La razón por la que ella ha sido tan importante es porque pensando en ella pensé en mi vida y en todas las cosas de las que huía, las cosas que ocultaba al resto por no herir. De ella aprendí a ser un poquito valiente y a ver lo mejor de alguien. Cariño.


Midori es mi querida ex-enamorada. Nos unen millares de hermosos momentos y un pasado. Hoy somos una esbelta sombra de una relación que fue cimentada para ser duradera. Me cuesta emplear la palabra "ciclo" cuando pienso en cómo poco a poco las cosas fueron cayendo por su propio peso. Antes podía hablar de una realidad nuestra. Ahora, tan sólo me atrevo a hablar de la realidad suya y la realidad mía. Ahora somos ella y yo, ya no nosotros y, como decía, nos hemos vuelto una sombra de esa amistad que forjamos a punta de conversaciones hasta las 4 am, a punta de gruesas cuentas telefonicas, a punta de cartas y correos. Midori es para mi más que una ex-enamorada o una mejor amiga. Significa para mi la consolidación de una nueva persona que nació al conocerla. Mejor dicho, una persona que se gestó a su lado y que se veía protegida entre sus manos. Lamentablemente, todos los cordones umbilicales han de ser indefectiblemente cortados y creo que no estaba preparado aún para ello cuando se cortaron. Tuve que aprender prematuramente en un año todo lo que ella me enseñó en los 4 años anteriores en los que fue casi una auricula o un pulmón. Es decir que dolió y como mierda. Sentí como si de pronto me hubieran amputado algo e intentaba darle sentido a todas aquellas cosas que ella me decía. Ella me dijo que mientras estuviera con ella, yo sería débil. Parece que me conocía bastante bien.


Carmen significó una nueva etapa en mi vida, algo más que ganar una gran amiga. Suene a lo que suene, fue la primera vez que pude acercarme a alguien sin que esta persona creyese que la estaba afanando o cosa parecida. O sea, qué bueno que me lleve un par de años, sino fácil y pensaba que me la estaba gileando, jajaja. Es bonito poder confiar en alguien. Es muy maternal conmigo, tiene muchos detalles muy tiernos y se preocupa bastante por mi. De ella he aprendido que los eufemismos son una forma de mentirse de a uno mismo, que hay que mirar las cosas de manera objetiva, que no hay tiempo para sentarse a llorar sobre la leche derramada, pero sí para limpiarla y luego sentarse a reír de lo ocurrido. Carmen es un gran apoyo para mi, una excelente amiga.


Paito es algo así como un huracán que dice vini, vidi, vici... En el último año, es una de las personas de quien he aprendido más. Me sorprende en cierta medida su religiosidad. Ha hecho varios intentos fallidos por acercarme a Dios y lo ha logrado un poco. Siempre me había preguntado qué se sentía creer, cómo era la vida de alguien que cree y que lucha. Es algo que no había tenido la oportunidad de encontrar en otras personas hasta ahora. Ella también ha sufrido una metamorfosis desde que la conozco. Antes era temerosa en extremo, bastante más insegura de lo que ahora es. Me fijé en ella en secreto como algo más que una amiga y en esa situación de ser una tercera persona de la que nadie repara, me enseñó bastante a hacer distinciones puntuales entre qué es la amistad, qué es el cariño incondicional por alguien. Lo más difícil de todo esto probablemente ha sido el aconsejarle cosas imparcialmente sintiendo algo fuerte por ella, incluso sabiendo que lo que le aconsejaba podría significar una renuncia a ella. Aún así lo hice y ella se convirtió en mi mejor amiga. Probablemente ella era la última persona que yo quería que me vea débil, pero ella fue la única que estuvo ahí cuando caí. Me encanta regresar a casa con ella, me encanta caminar de la mano con ella o abrazarla. Me siento completamente libre con ella de hacer y decir lo que sea, cosa que no se había dado antes con algún amigo. Frente al resto siempre guardo una imagen de seriedad y autosuficiencia.


Giovanna es mi hermana, mi inspiración secreta, mi fan #1. Ella es la persona que, más que nadie, me hace sentir que soy el dueño de una admiración inmerecida. Todo el tiempo que vivimos juntos fue una fuente de inspiración, tanto para las cosas que debía hacer como para las cosas que no. Aunque no es cómodo reconocerlo, siempre sentí que vivi 19 años a la sombra de ella. Giovanna siempre fue la chica inteligente, la hija hacendosa, la nieta atenta y abnegada, el pilar incomprendido that everybody used to take for granted, y siempre crecí con la idea de que tenía que superar aquello. Nunca le guardé resentimiento, pero sí cierta distancia propia de mi carácter que se ha ido moldeando recién con los últimos años. Siempre quise ser yo el mayor y cuidar de ella siempre y siento que fallé en esa misión de infancia que me fijé. Mi misión ahora es ser más fuerte y ser quien pueda darle todo a aquellos que me importan y estar a la altura de todo aquello que siempre han esperado de mi: ser el mejor.


Mónica es mi madre. Tradicionalmente la figura materna juega un rol fundamental desde el alumbramiento en la vida de alguien. En mi caso, Mónica alcanzó ese grado máximo de necesidad imperativa, ese lugar supremo, hace unos años, tras mi viaje a Japón. Esto no quiere decir que antes de eso no la haya querido o no me haya importado, pero fue verdaderamente después del viaje que recién pude conocerla de verdad, tras muchos años y océanos de separación. En esos tres meses con ella aprendí las quizá más importantes lecciones de mi vida. Aprendí qué es un sacrificio, el precio que hay que pagar por amor; aprendí qué es querer lo mejor para alguien. Siempre me había sentido la parte más débil y vulnerable de la familia (es muy probable que efectivamente lo sea), sin embargo aprendí que como parte de un todo cada uno tiene una función y que lo más fácil es cerrar los ojos. Siempre busqué el reconocimiento de las formas equivocadas, creyendo que siendo sólo el mejor el sol brillaba y las puertas se abrian.


¿A qué viene todo esto? A que tengo un sueño que no quiero desperdiciar en nombre de una persona que tuvo que dejar todo lo que quería en Perú sólo por que en los años subsiguientes yo tuviese que comer. Incosncientemente alguien que crece en semejante contexto siempre lleva la carga emocional de sentir que si no hubiera sido por uno, las cosas hubieran sido mucho mejores... Quiero darle las satisfacciones que no le dí en los hasta ahora casi veinte años que estuve separado de ella, retribuirle con lo que logre esa felicidad que ella se esforzó por darme a costa de sus fuerzas. Mi madre es el motor de mi vida.


Ariel será (espero) el nombre de mi hija. Esa es la razón por la cual soy capaz de levantarme a las 5am e irme a la cama a la 1am todos los dias, la razón por la cual me pongo los retos más inverosímiles y me esfuerzo, la razón máxima por la que quiero ser el mejor. Espero ansioso el día en que llegue.

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